La piel, el mayor órgano del cuerpo humano

El funcionamiento del cuerpo humano es asombroso. La interacción entre las millones de células en nuestro interior hacen que podamos vivir todos los días de manera autónoma. Toda una máquina de engranaje en total rendimiento, que funciona independientemente, sin necesidad de desarrollar voluntad propia ni de ser conscientes de ello.


La piel, el mayor órgano del cuerpo humano, es una de nuestras grandes maravillas. Si observáramos a través de un microscopio, veríamos un montón de células apiladas que sirven de caparazón y de límite de nuestro cuerpo físico. Delimitan nuestro espacio al exterior, y a la vez sirven de comunicación con él, y en el interior revisten los órganos, compactándolos y apilando los vasos sanguíneos para que cumplan su función.



Está formada por varias capas: la epidermis, la dermis y la hipodermis.



La piel. Imagen de la web de la Universidad de Granada (www.ugr.es)

Epidermis


Es la epidermis la que se encuentra de cara al exterior. Tiene el grosor de 1 mm, exceptuando zonas más duras como las palmas de las manos y las plantas de los pies. En ella se encuentran unas células llamadas queratinocitos, apiladas unas a otras para formar el revestimiento del cuerpo; se regeneran cada dos meses. Las células de Langerhans conforman el propio sistema inmunológico de la piel, detectando las bacterias invasoras y eliminándolas. También, dentro de la epidermis, se produce la melanina, que genera el color de la piel; en el caso del albinismo no hay prácticamente melanina.

En la parte más superficial de la epidermis tenemos la capa córnea, formada por células cohesionadas entre si, y que conforme van muriendo se van desligando y desprendiendo. Este fenómeno es más visible cuando se nos producen quemaduras por exposición al sol, y consecuentemente nos "pelamos". Al contrario de lo que se dice sobre el desprendimiento de piel muerta y el polvo (que la mayor parte del polvo que hay en casa proviene de nuestra propia piel), en realidad la mayor parte de ese polvo tiene su origen en las deposiciones de los ácaros que se alimentan de esa piel muerta.

Dermis

La dermis es bastante más gruesa que la epidermis. En ella nos encontramos básicamente tejido fibroso (colágeno, elástico) y la llamada "sustancia fundamental", que se compone de agua, glucosa y proteínas. Dentro de la dermis coexisten nervios, vasos sanguíneos, glándulas sudoríparas, glándulas sebáceas, pelos y uñas.

Dentro de ella podemos diferenciar cinco asombrosas tipos de células:

Corpúsculos de Meissner: se encuentran en la parte de la piel sin pelos. Son los que se encargan de percibir el tacto de las cosas. Tienen una alta sensibilidad, recibiendo señales de baja frecuencia. Su respuesta ante los estímulos es rápida, y hace que también se desactiven relativamente rápido ante estímulos repetidos. Esto es lo que sucede al contacto de la piel con la ropa, por ejemplo.

Corpúsculos de Pacini: son las células sensibles a la presión, de ahí que la frecuencia a la que se activan es elevada. Su acción es temporal, el tiempo que dure la presión a la que se somete. Se encuentran mayoritariamente en las manos y los pies, pero también están en los órganos sexuales y en el páncreas.

Corpúsculos de Merkel: un tanto más complejas que las anteriores, este tipo de células son las encargadas de percibir la textura de las cosas, además de la presión. Están conectadas a terminaciones nerviosas, y se encuentran situadas mayoritariamente en las puntas de los dedos, justo debajo de las crestas que forman las huellas dactilares. En la zona de la piel con pelo también se encuentran agrupadas. Son células de una lenta adaptación, y reciben frecuencias muy bajas, más bajas aún que las percibidas por los corpúsculos de Meissner. Su función es notoria por ejemplo cuando nuestros dedos acarician el lenguaje del braille. Su campo de recepción es mucho más definido cuando se agrupan grandes cantidades de estas células en poco espacio; esto sucede en la punta de los dedos, donde, junto con los corpúsculos de Meissner, se aglutinan conectándonos con esas sensaciones táctiles.

Corpúsculos de Krause: son las células encargadas de percibir el frío, temperaturas inferiores a nuestra temperatura corporal.

Corpúsculos de Ruffini: su función es activarse ante las señales de calor. También son sensibles ante las deformaciones producidas en la piel.


Corpúsculos sensibles. Imagen tomada del blog saberprimerosauxilios.blogspot.com.es


Hipodermis

La hipodermis es la capa más profunda que corresponde a la piel, y está formada principalmente por materia grasa. También nos encontramos vasos sanguíneos y un gran número de terminaciones nerviosas. En algunas zonas del cuerpo, como el pene y los párpados, esta capa no existe.


Sistema nervioso sensible al tacto

Para poder recibir una señal desde la periferia de la piel, es necesario un entramado de nervios que recorre todo el cuerpo, no de manera aleatoria, sino de una forma perfectamente estructurada. La señal llega a través de innumerables haces nerviosos que como raíces se extienden por toda la superficie, para transmitirse a través de la médula espinal hasta la parte superior media del cerebro, donde se encuentra el córtex sensorial.

Este enjambre de nervios, médula y cerebro se organizan y comunican de manera espacial, diferenciando los diversos estímulos por zonas. La zona de la médula espinal sacro y lumbar reciben los impulsos eléctricos de las extremidades inferiores, y así se va ascendiendo de forma segmentaria por cada vértebra de la columna.

Y todo esto está enlazado de manera paralela, de tal forma que podemos asociar la parte física que recibe el impulso, con el córtex sensitivo, el córtex motor, y el cerebelo, donde se almacena la información y se determinan las acciones. Al contrario de lo que se pensaba tiempo atrás, el origen de este circuito nervioso viene de la periferia, el contacto de la piel, hasta el cerebro. Los procesos químicos que se originan desde un estímulo a través de la piel, hacen que se forme el camino nervioso para conectar esa parte del cuerpo con el sistema central hasta el cerebro. El hecho de qué parte de la piel está conectada con el sistema nervioso central y el cerebro y de qué forma lo hace, se determina desde la piel. Esto arroja datos interesantes que nos invitan a valorar la acción de la piel como un elemento principal de nuestra capacidad sensitiva.

Las zonas del cuerpo más sensibles corresponden a una mayor cantidad de neuronas corticales. En el siguiente dibujo podemos comprobar de una manera muy visual los puntos del cuerpo que contienen mayor cantidad de haces nerviosos.


Mapa de la corteza táctil y la parte sensitiva del córtex: el hombrecillo u homúnculo motor

Necesidad de contacto

Más que ningún otro sentido, el sentido del tacto es vital para nuestra supervivencia. El hecho de recibir estímulos corporales, calor y contacto, desde pequeños, es un factor muy importante para que podamos crecer sanos, y no solo eso, sino que podamos además sobrevivir en situaciones extremas.

En 1915, se constató que el 90% de los niños admitidos en el orfanato de Baltimore (Estados Unidos) morían en un año. Al mismo tiempo, el Dr. Hery Dwight Chapin, de Nueva York, comprobando diversos orfanatos en distintas ciudades, había una mortalidad que rozaba el 99%. Los que sobrevivían, tenían un retardo físico severo.

Comprobaron más adelante que había un número muy bajo de personal en estos centros, donde no tenían tiempo necesario para dedicar a los niños. Cuando introdujeron más personal, de tal forma que cada niño fuera atendido por un asistente, abrazándole, hablándole, meciéndole, la mortalidad descendió radicalmente. Se demostró que el contacto físico es esencial para la supervivencia del bebé, por mucha atención médica y alimentaria que tenga.

Diversos experimentos con animales han demostrado también, que un contacto y una atención directa con la piel desde el nacimiento:
  • Estimula la maduración del sistema nervioso y se obtiene una mayor resistencia ante las enfermedades (1950, Dr. Seymour Levine).
  • Se produce un crecimiento más rápido, mejor coordinación, un crecimiento muscular más avanzado, una actividad pituitaria más desarrollada y una vida sexual más activa que los individuos aislados (diversos estudios).
  • Mayor seguridad en momentos de estrés, disminución del miedo en general, y la confirmación de que el contacto físico y el calor humano es más esencial aún que la lactancia (experimento con monos de Harry Harlow, psicólogo director del Primate Laboratory de la Universidad de Wisconsin).
  • También se comprobó que el cariño y el afecto físico desde la infancia inhibe la ira y la violencia, así como la depresión, el autismo, la hiperactividad y aberraciones sexuales (Dr. James Prescott, neurofisiólogo, Instituto Nacional de la Salud Infantil y el Desarrollo Humano).

Un estudio de la antropóloga Margaret Mead en dos tribus de Nueva Guinea mostró lo siguiente:
  • En la tribu Arapesh hay un trato especial a los niños de toda la tribu, de tal manera que, no sólo la madre, sino todos los miembros de la tribu juegan con los niños, ríen, les hacen cosquillas, revolcones,... La madre lleva al niño todo el rato pegado a ella. El resultado son niños alegres, con actitudes receptivas y no agresivas.
  • Los Mundugamors en cambio tratan a los niños de una manera opuesta a la anteriormente mencionada. Incluso discuten si al nacer un bebé se le deja vivir o no. Si vive, sufre azotes y desprecio, y solo está en contacto con la madre cuando le amamanta. Los componentes de esta tribu son hostiles, agresivos, y viven en un estado de desconfianza. Son caníbales.

Queda clara por lo tanto la necesidad, no sólo a edades tempranas, sino también como adultos, de sentir el tacto de piel con piel, la cercanía con los padres y las personas que nos atienden. Y, en definitiva, el contacto en todos los aspectos de la vida. Se concibe como algo normal ir a la consulta del médico y que te recete cualquier cosa sin ser tocado ni observado antes. O ir a la consulta de un psicólogo o psiquiatra en la que se produce un intercambio plenamente mental y verbal sin ni siquiera un mínimo contacto físico. Desde la visión freudiana del psicoanálisis, se huye del acercamiento físico, considerándolo como un acto sexual. El hecho de sentir una piel ajena junto a la mía, incluso de acariciarla o mimarla, puede vivirse desde la mera sensación física, sin centralizarlo hacia la zona genital. No toda caricia o conexión ha de ser sexual, pero la represión en este sentido nos ha llevado a este concepto.

La función excretora de la piel

La piel expulsa por medio del sudor a través de las glándulas sudoríparas todo aquello que el organismo no necesita. La importantísima glándula endocrina Hipófisis, ubicada en la base del cerebro, se encarga de segregar la hormona ADH (antidiurética), y de esta manera regular la expulsión de desechos, bien por medio de la piel a través del sudor, o bien por medio de los órganos sexuales, a través de la orina. Cuando realizamos un gran esfuerzo físico o estamos sometidos a situaciones de estrés, elevando la actividad del sistema simpático, nuestra piel libera sudor. Es entonces cuando aumenta la dosis de hormonas ADH, dirigidas al aparato reproductor, deteniendo la micción y aumentando de esta manera la liberación de toxicidad por medio de la piel. El cuerpo funciona entonces como un gran regulador térmico. La evaporación del sudor provoca un descenso de la temperatura, que se eleva ante estas situaciones vitales. Cuando en cambio nos encontramos en reposo, la segregación de la hormona ADH se inhibe, permitiendo que se produzca el reciclaje por medio de la orina.

La respiración de la piel

Un estudio realizado en el Departamento de Dermatología de la Universidad de Bochum, Alemania, demostró hace una década que la epidermis recibe el oxígeno de la atmósfera, y no del torrente sanguíneo. Es decir, que literalmente respiramos a través de la piel. En cambio, la cantidad de oxígeno recibida es insignificante; la mayor parte de oxígeno para nuestra supervivencia lógicamente lo recibimos a través de nuestro aparato respiratorio. Esto desmiente algunas teorías en ocasiones mencionadas en las que cubriendo la piel con ciertas sustancias como la pintura, podríamos fallecer por asfixia. En cambio, sí podría suceder por toxicidad, en grandes cantidades.

La piel también funciona como un puente de comunicación con el exterior, intercambiando partículas de dentro a fuera y de fuera a dentro. Si el nivel de toxicidad es elevado, puede originar problemas internos. Esto hay que tenerlo en cuenta cuando usamos productos cosméticos. La mayor parte (por no decir todos) de los cosméticos que venden en los supermercados contienen sustancias nocivas. Para conocer estos elementos, sólo hay que mirar las etiquetas de los productos, en las que hay escritos nombre muy extraños en latín (la llamada Nomenclatura INCI). En el siguiente mapa se indica de manera clara y visual las sustancias que habremos de tener en cuenta cuando adquiramos este tipo de productos:

Mapa de sustancias nocivas en los productos cosméticos


El envejecimiento de la piel

Conforme avanzamos hacia la ancianidad, nuestra piel se va transformando de manera natural. En la epidermis se generan cambios en su grosor, volviéndose una capa más fina, y los melanocitos (células encargadas de segregar la melanina) pasan de ser numerosos y pequeños, a reducir su número y aumentar de tamaño, lo que provoca las manchas características de la edad avanzada. En la dermis, el tejido conjuntivo pierde elasticidad y se vuelve rugoso.

El proceso oxidativo de nuestra piel forma parte de la naturaleza. Las células necesitan de oxígeno para su funcionamiento, y de la obtención de ese oxígeno generan energía, proteínas, y en último término se crean subproductos como los radicales libres. Estos radicales libres de los que tanto se oye en los renovados productos de cosmética considerándolos enemigos, tienen la función de eliminar bacterias y facilitan la unión de las fibras de colágeno. Estos radicales libres son hiperactivos, y llevan electrones de los cuales tratan de desprenderse constantemente, intentando añadirlos a otras células anexas. De esta manera destruyen las células alrededor, produciendo el envejecimiento progresivo de la piel. Para neutralizar este fenómeno están los antioxidantes, que se generan a nivel celular de forma natural en nuestro cuerpo, y que equilibran este proceso.

La reproducción de estos radicales libres y el sucesivo aumento de la oxidación de la piel, se intensifica con los alimentos grasos, la exposición continuada al sol, el tabaco, la polución y el estrés.

La belleza de la arruga

La obsesión existente en el mundo moderno por la imagen personal provoca frustración in crescendo, mitificando una imagen de moda inalcanzable por la mayoría de la población. Aumenta en consecuencia la falta de autoestima, pudiendo influir en casos extremos en diversas patologías como la depresión, la anorexia o la bulimia.

Existe un pensamiento general entre gran parte de la población de falta de aceptación de uno mismo. Distorsionamos nuestra imagen en el espejo, aumentando nuestros defectos. Los anuncios publicitarios en los medios de comunicación no ayudan en este sentido, divulgando una imagen idealizada y perfeccionista. En consecuencia, se estima que España ocupa el primer puesto en Europa y el cuarto en el mundo en gasto en intervenciones estéticas (unas 350.000 por año, lo que genera un beneficio para la industria de 600 millones de euros al año).(1)

El culto al cuerpo se ha convertido en algo más allá que el propio cuidado físico. Intentamos parecer perfectos a ojos de los demás y a nosotros mismos por cualquier medio. Considero personalmente importante el cuidado de uno mismo, pero antes de eso hemos de aceptarnos en profundidad. No entiendo un cuidado del cuerpo físico sin cuidar la mente también; ambos son inseparables. Entender el funcionamiento de nuestro organismo, y en concreto de nuestra piel, asombrarnos por la inteligencia natural del cuerpo humano, ayuda a querernos tal y como somos, con nuestras arrugas, con nuestros defectos. Entender que cada cuerpo es distinto, que se ha adaptado al cambio a su manera, que cada una de sus líneas faciales corresponde a su historia vital. Y que todo ello conforma lo que uno transmite. Aceptarnos es amarnos tal y como somos, sin más, sin añadidos ni artificialidades. Es la irrevocable comprensión con el corazón de todas nuestras características.

Amemos por lo tanto nuestra piel, susurremos a cada uno de nuestros bellos nuestra devoción. Acariciemos la belleza intrínseca en nuestras formas, nuestros surcos, nuestra carne.

Hombre nepalí, cortesía de Irene Pérez :)



(1) Datos del año 2006, de la Revista de Salud y Estética.







Fuente bibliográfica: 
Enciclopedia Universal Anatomía, Tikal Ediciones
El cuerpo de Job, de Deane Juhan.

Fuentes internet:
Wikipedia 
Taringa 
Xatakaciencia 
Lapiel 
Cosmética Natural Casera 
Apuntes de geriatría en equipo (de Mario Gastañaga Ugarte, doctor en Psicología y médico de la Residencia Mixta de la Diputación Provincial de Salamanca)
The Journal of Physiology (M. Stücker, Departamento de Dermatología, Universidad de Bochum, Alemania)
Holyland Laboratories  
Elsevier

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