La mujer, el hombre y la naturaleza
Imagen obtenida de pixabay |
Cuando pensamos en la naturaleza y hablamos de ella nos vemos como algo ajeno y separado. La costumbre de vivir en grandes urbes de cemento y bloques de edificios verdaderamente nos mantiene alejados del cielo, las estrellas, las lunas, las jaras, tomillos y espartos. Nos perdemos los ciclos de la naturaleza, las frutas de temporada y el valioso silencio en el cerro. Rodeados de urbe, perdemos el norte incapaces de divisar el horizonte.
Nos olvidamos también de lo esencial, hipnotizados por las cajas de absorción (comúnmente llamadas televisiones), obnubilados por las cuentas corrientes, las fluctuaciones en Bolsa y las primas de riesgo, los infinitos productos de la competencia feroz, y las ansias de obtener un reconocido cargo laboral.
Quizás llegue un tiempo en que podamos valorar lo que forma parte de nosotros y es esencial para nuestra supervivencia. Así sea, antes de vernos engullidos por las consecuencias de un sistema económico en constante crecimiento, parejo al deterioro del clima y del equilibrio ecosistémico.
Que todos los seres sean felices.
Que todos los seres vivan en paz.
Que todos los seres se sientan seguros.
Que todos los seres se sientan en unión con la Naturaleza, la Tierra y el Cosmos.
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