Obsesiones

Fotografía de Herbey Morales

Como una canción que permanece anclada en la mente, el pensamiento se vuelve en ocasiones repetitivo, candente y obsesivo. Las pautas de pensamiento se repiten una y otra vez. Los impulsos eléctricos neuronales recorren siempre la misma vía, estableciendo las mismas zonas activas, cómodas, reconocidas. La creatividad se anula en ese hábito adormecido.


Los recuerdos que se recuperan son los emocionalmente movidos. Aquello que removió nuestras entrañas se establece en la memoria en forma de arrepentimientos, rencores y culpabilidades. Y al final, todo eso no son más que recuerdos, interpretaciones de una realidad con múltiples variables.

En forma de lenguaje e imaginación, los pensamientos y su repetición obsesiva puede generar mucho sufrimiento, principalmente porque acabamos creyéndonos esa historia, aferrándonos a esa acotada realidad. Cuanta más resistencia y cerrazón tengamos con ese contenido, más fuerte se hará. La única vía para sanar esa herida es la profunda aceptación. En los momentos que nos sentimos acorralados, en ese torbellino de pensamiento alocado, quisiéramos salirnos de nuestra propia piel: ¿cómo se sentirá en otra cabeza y otro cuerpo? Lo cierto es que, en mayor o menor medida, el ser humano está repleto de obsesiones y pensamientos anclados como verdades absolutas. A veces, esas obsesiones toman la forma de dependencia con el prójimo, idealizando a la pareja.

Es sólo cuando se deja estar ese contenido "demoníaco", alimentado por la propia vergüenza y la falta de reconocimiento, cuando comienza a establecerse una relación distinta con ello. Porque no se trata de cambiar el pensamiento, sino de indagar en su naturaleza. Para ello habremos de dar espacio a todo eso que no queremos ver y que nos resistimos. Ese espacio está relacionado con el despertar de una profunda comprensión amorosa.

Los pensamientos, entonces no tendrán tanto calado. La tormenta se apaciguará al no encontrar resistencias. Y de la apertura surgirán brotes de creatividad.