Y seguimos en guerras...

... por territorios, posesiones y dinero: conforme vamos creciendo, nos identificamos con todo aquello que nos rodea y lo consideramos nuestro. Un sentido de pertenencia inalienable. Miraremos con ojos amenazantes a aquel que pise nuestro espacio, o por lo menos recelosos. Este es mi lugar, y si lo atraviesas me sentiré invadido, es más, sentiré que vas "ganando terreno" a mi honor. Y, no pudiendo mostrar mi debilidad, te haré saber que no puedes pisar aquí, y que si pisas, seguirás mis normas.

Buscamos con bienes materiales llenar el vacío interno. El dinero y las cosas nos hace sentir una felicidad insaciable. Vivimos en una espiral recaudatoria, procurando abarcar cada vez más, y nunca nos sentimos satisfechos.

Mi opinión: "Somos de este mundo, pero nada de lo que hay aquí nos pertenece. Y, aunque piense que verdaderamente es así, que soy "propietario" de las cosas, cuando pienso en la muerte, me doy cuenta de que no me voy a llevar nada de eso. Es inútil aferrarse a algo que viene y va, y que al final del camino todo eso carecerá de valor. Si me imagino en el lecho de la muerte, ¿a qué creo que voy a dar más valor cuando recuerde lo vivido?"


... por poder: nos gusta sentir la fuerza que brota cuando nos sentamos en el trono. Nos encanta estar en una posición donde podamos delegar funciones, decir lo que se debe hacer, porque nos creemos en posesión de la verdad. O estáis con nosotros, o estáis sin nosotros. Nos consideramos dignos de ajusticiar, con la línea del bien y del mal bien definida. Nuestro ego nos impide escuchar porque estamos demasiado ocupados pensando en este enorme yo. Desde las alturas las cosas se ven mejor, y nos vanagloriamos con aires de superioridad. Necesitamos mostrar nuestro poder sacando a pasear nuestros tanques e invirtiendo en armamento. Los demás se lo pensarán dos veces si deciden atacarnos, nos guardarán respeto y nos admirarán. Una nación fuerte es una nación militarmente desarrollada.

Mi opinión: "Ese personaje ficticio que represento vende paja. Me siento seguro escudado en esos valores, pero si miro en mi fondo, detrás de esa coraza, hay un ser humano igual que todos los demás, con los mismos sufrimientos, las mismas inquietudes y miedos. Quizás, en la falta de cariño recibido y en mi carencia afectiva, busco el reconocimiento del resto. Reprimo todo aquello que no quiero ver en mi ni en los demás.

Si miro en mi corazón, sentiré que en realidad no hay separación, y que puedo mostrar mi interior sin miedo a mostrar mi debilidad. Porque la mayor fortaleza está en el que, desde la aceptación, muestra sus debilidades. Y es ahí donde creará relaciones sinceras con los demás, sin superficialidades. Entonces no me sentiré invadido ni crearé resistencias innecesarias.

El verdadero poder no estriba en situarse en lo alto de la cima y dirigir a un sinfín de seres, sino en el que, después de un enorme trabajo interior, se conoce a si mismo y vive desde su esencialidad, sin dejarse llevar por las fluctuaciones del intelecto y la emoción.

Y al fin, relajadamente, desde dentro, poder decir: "Yo soy Eso".

... por religión: durante tantos años siguiendo una doctrina. Familias, pueblos, naciones enteras bajo una creencia irreductible. Llevamos la memoria histórica impregnada en nuestra células. Los textos sagrados, en nuestras conciencias bien interpretados, están escritos con sangre de nuestros ancestros. Se dice: "tal o cual sentencia va a misa", como queriendo atribuir a esa sentencia una verdad absoluta que no se puede contradecir. Las normas de nuestro templo trascienden incluso los muros del mismo, y llegan a parlamentos.Tenemos sentido del humor, pero cuando tocan nuestro credo se acabó. Esas son verdades con las que no se puede jugar. Toleramos otras creencias pero con recelo. Y cuando mezclan nuestros asuntos religiosos con cuestiones de estado, estamos dispuestos a defenderlo con uñas y dientes. Aquello que hemos puesto en boca de Dios no puede rebatirse; no se toca.

Mi opinión: "Todas las religiones del mundo tienen valores y puntos comunes y pueden convivir en armonía. Todos tenemos nuestras creencias o realidades, pero eso no significa que los demás tengan que seguirlo también. "La verdad es aquello que es útil", decía Buda. Si esas creencias me ayudan a vivir en plenitud y no son autodestructivas ni imposiciones, adelante.
 

Ese templo y ese Dios que venero están dentro de mi. Esa paz y ese sermón del señor que está detrás del atril también los encuentro en mi. Cuando miro hacia dentro y dreno mi espacio interior, encuentro aquello que anhelo cuando voy al templo. Y eso está dentro de todos los seres, independientemente del credo, raza o condición.

Es momento de dejar de buscar fuera y encontrar dentro. Eso me acerca al resto, vivo la complejidad del ser humano en mi. Empatizo, entiendo, acepto.

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