He visto
a un niño curioso, que vivía sobre un trecho
de tierra adentro, llevándose al oído
las circunvoluciones de una concha de bordes alisados
a la cual, en silenciosa quietud, su misma alma
escuchaba intensamente; y su semblante pronto
resplandeció de alegría; pues desde dentro se oían
murmullos, mediante los cuales quien escuchaba expresaba
una misteriosa unión con su mar nativo.
Hasta una concha semejante es el universo mismo
para el oído de la Fe; y hay momentos,
no lo dudo, en que te comunica
novedades auténticas de cosas invisibles;
de flujo y reflujo, y poder imperecedero;
y paz central, subsistiendo en el corazón
de la agitación incesante.
William Wordsworth
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