Tele
Recuerdo que una gran amiga me contó que su abuelo, que ya era muy mayor y había perdido el juicio, se sentó en la mesa lista para comer y, con la televisión encendida, donde había un programa (quizás un debate) con varias personas, dijo agobiado: "-¿Cómo es que has invitado a tanta gente a comer? ¡No cabemos tantos!" dirijiéndose a su familia.
Esa anécdota me hizo reir, me sorprendió, y a posteriori, me hizo reflexionar. Quizás a su abuelo no le faltaba la razón en esa alucinación, o "distorsión de la realidad". Ahora pienso que efectivamente es así. Cada día que conectamos la tele estamos invitando a entrar a nuestro salón, cocina o habitación a todo tipo de personas, y la mayor parte de ellas, generan una toxicidad en el ambiente del hogar, que los convierte en invitados non gratos. Es muy habitual tener esa caja negra encendida mientras estamos comiendo. De esta manera, mientras digerimos nuestros alimentos, nos acompañan personas desconocidas, que en su mayor parte no aportan otra cosa que malestar corporal y mental, además de emitir imágenes de sucesos por doquier que generan una sobreinformación, y en la mayor parte de los casos impregnan cada una de nuestras células de una destructiva negatividad.
Y todo esto en nuestro hogar, que habría de estar dispuesto y preparado para nuestro particular deleite, descanso, regocijo y desconexión de los problemas comunes.
El problema es que, tratando de huir de nosotros mismos, preferimos coger el mando a distancia e invitar a entrar a toda clase de seres y escenas indeseables. La elección, por supuesto, está detrás de cada uno.
Personalmente prefiero disfrutar y agradecer mi comida desde dentro, sin interferencias. Prefiero descansar en mi cama sin que junto a mi aparezcan unos seres discutiendo a voces, o personas que me recomiendan productos milagrosos. Elijo pasar el tiempo con los míos y conmigo mismo descartando que otras personas que ni siquiera conozco invadan mi espacio.
Decido, en definitiva, encender mi mente, y sobretodo mi corazón.
Esa anécdota me hizo reir, me sorprendió, y a posteriori, me hizo reflexionar. Quizás a su abuelo no le faltaba la razón en esa alucinación, o "distorsión de la realidad". Ahora pienso que efectivamente es así. Cada día que conectamos la tele estamos invitando a entrar a nuestro salón, cocina o habitación a todo tipo de personas, y la mayor parte de ellas, generan una toxicidad en el ambiente del hogar, que los convierte en invitados non gratos. Es muy habitual tener esa caja negra encendida mientras estamos comiendo. De esta manera, mientras digerimos nuestros alimentos, nos acompañan personas desconocidas, que en su mayor parte no aportan otra cosa que malestar corporal y mental, además de emitir imágenes de sucesos por doquier que generan una sobreinformación, y en la mayor parte de los casos impregnan cada una de nuestras células de una destructiva negatividad.
Y todo esto en nuestro hogar, que habría de estar dispuesto y preparado para nuestro particular deleite, descanso, regocijo y desconexión de los problemas comunes.
El problema es que, tratando de huir de nosotros mismos, preferimos coger el mando a distancia e invitar a entrar a toda clase de seres y escenas indeseables. La elección, por supuesto, está detrás de cada uno.
Personalmente prefiero disfrutar y agradecer mi comida desde dentro, sin interferencias. Prefiero descansar en mi cama sin que junto a mi aparezcan unos seres discutiendo a voces, o personas que me recomiendan productos milagrosos. Elijo pasar el tiempo con los míos y conmigo mismo descartando que otras personas que ni siquiera conozco invadan mi espacio.
Decido, en definitiva, encender mi mente, y sobretodo mi corazón.
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